Anoche el trigo estaba brillante.
La luna enorme besaba cada espiga.
El Paraná, a lo lejos, se encrespaba
y traía el rumor desde la otra orilla.
Anoche miré la luna,
desde mi tristeza,
miré esta pampa añosa
siempre dispuesta a verdear
y maldije a mis ojos
porque se empeñan en guardar
el redondo cuerpo de la luna
dentro de una lágrima.