sábado, enero 27, 2007

Al lugar donde has sido feliz...

"...En macondo comprendí
que al lugar donde has sido feliz

no debieras tratar de volver..."

Joaquín Sabina


Es inevitable querer volver a los lugares en donde se ha sido feliz, pero los retornos suelen ser dolorosos.

Volver atrás no encaja con este hoy, con este corazón aventurero y con el desprecio que me invade por la nostalgia babosa que implica no aceptar crecer.

A veces miro detrás del cortinado del hoy, como si algún descuidado traidor estuviera proyectando una escena en la que mis ojos brillaban como jamás volverán a hacerlo, y no porque no haya momentos más felices en el hoy, simplemente porque el tiempo desdibuja y vuelve a dibujarte algo dentro, un curso de agua inexplicable, que recorre por años el mismo lecho, las mismas rocas pero que a cada instante se ve distinto.

Pararse en este hoy, en este filo del abismo que a cada paso se estira un poquito más y no permite ver que hay allá abajo lejos de los propios miedos, inventa un camino que no permite volverse atrás, un camino que impone ser caminado y a la vez vuelve los pasos mudos y la mirada atenta.

Retornar un poco es la cobardía de estar viva, es esa forma de permanecer viendo caer la sutileza tonta que adorna los árboles para que el verde sea un motivo, para que el ayer sea un motivo, para que el mañana sea un motivo. Y de motivo en motivo ir anhelando esas luces que fulguraban en el rostro del ayer y que jamás volverá a ser, en este hoy, porque este hoy no permite ser.

La tinta se ha vuelto veloz, las letras pasan tan rápido que no quedan dentro de las hojas y el otoño ya no sabe donde queda el ocre.

Volver un poco sobre los pasos dados es saber que es inevitable caminar, en dos patas, con la conciencia bien despierta. Es saberse lejos del primitivo aullido y aún así sentirse infelizmente orgullosa de una raza perdida en la soledad de un bosque oscuro lleno de cosas inútiles.

Gal

27 de Enero 2007

miércoles, enero 24, 2007

Desde el alba

Vivimos en tiempos difíciles, tal vez los haya habido peores, pero para mí, estos son los momentos más tristes de la historia.
A cada viviente su contexto histórico se le debe haber dibujado con el propio color de su mirada.
Pues estos días son tristes. El mundo no deja de arder, hay huesos, tantos y más cómo en el holocausto, hay muertes tantas y más cómo en las peores pestes, hay niños sin nombres que mueren recién nacidos y todos los días son los días de los inocentes.
Hay voraces bocas que todo lo desmoronan, con sucios dientes proclaman el milagro absurdo de seguir en pie como si nada, como si todo, como si esta deformidad fuera digna.
Este paraíso, si es que hubo un Dios que alguna vez soñó con algo bello, se ha convertido en una subasta de carnes.
La vida parece una caminata inútil entre el deseo, la vorágine de tener y ser y una mirada de dolor constante y mortal.
Un levantarse del suelo para caer con todo el peso de la tristeza.
Este es el peor día, aunque mi estúpida obstinación quiera creer, con todas las fuerzas que sostienen la vida, que mañana brillará un sol nuevo y el viento traerá sonidos y aromas que embellezcan este lugar.
Decir vivimos, es una forma hipócrita de seguir en este infierno.
Vivimos, porque no estamos muertos, porque aún no nos enterraron del todo y no nos acallaron a golpes todavía.
Vivimos porque aún no se contaminó del todo el aire que nos rodea y porque de alguna manera sostenemos algo que le sirve a alguien.
Pendemos de un hilo y vamos sobre la cuerda floja tendida bajo nuestra pequeñita y absurda esperanza de llegar vivo al otro lado en donde nada nos espera.