viernes, enero 20, 2006

Infancia

“…Cerrame el ventanal que arrastra el sol su lento caracol de sueños…”
catulo castillo

Yo creía que el mar dormía dentro de una enorme caracola.
Mi abuela, con esas manos que saben acariciar nietas pero que no pudieron acariciar hijas, ponía en mi pequeña oreja curiosa, la suave caracola que cantaba como el mar.
Yo creía que el mar estaba oculto en uno de esos rincones de nácar, que parte de su inmenso cuerpo, venía en esa rosa caracola para estar conmigo.

Yo creía que los relojes sabían por qué lugar del cielo transitaba el sol, entonces daban las horas exactas, horas de jugar a dar miles de vueltas y caer sobre la hierba a esperar que el mundo se detuviera.

Yo creía que el sol dormía sobre la línea del horizonte, entonces yo corría por el interminable camino, para tocarlo antes que la noche lo tragara y me dejara a solas, en la oscuridad, donde habitaban los fantasmas de dolor.


escrito enero 2006.
"...O ahí, en esos rincones, donde (nosotras lo sabemos)
reina la posibilidad de otra vida en esta..."
Fragmento de Souvenirs.
Diario de estos días
Gabriela de Cicco.

Nos detenemos a mirarnos, en el espejo claro de nuestros ojos, que nos devuelve el manso reflejo de cuerpos nuevos.
Buscamos el dulce sostén que perdimos cuando dejaron de acariciarnos con tanta ternura que no cabía ninguna oscura posibilidad de caer y lastimarnos.
Nos dormimos sobre almohadas mullidas, suaves, tibias que nos alimentan los sueños.
Construimos, con pétalos y aromas, un jardín de tierra fresca en donde sembrar la esperanza.
Todo es posible sobre la piel recién inventada, sobre los deseos hechos a la medida de nuestras caderas.


escrito 2002