"...En macondo comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver..."
Joaquín Sabina
Es inevitable querer volver a los lugares en donde se ha sido feliz, pero los retornos suelen ser dolorosos.
Volver atrás no encaja con este hoy, con este corazón aventurero y con el desprecio que me invade por la nostalgia babosa que implica no aceptar crecer.
A veces miro detrás del cortinado del hoy, como si algún descuidado traidor estuviera proyectando una escena en la que mis ojos brillaban como jamás volverán a hacerlo, y no porque no haya momentos más felices en el hoy, simplemente porque el tiempo desdibuja y vuelve a dibujarte algo dentro, un curso de agua inexplicable, que recorre por años el mismo lecho, las mismas rocas pero que a cada instante se ve distinto.
Pararse en este hoy, en este filo del abismo que a cada paso se estira un poquito más y no permite ver que hay allá abajo lejos de los propios miedos, inventa un camino que no permite volverse atrás, un camino que impone ser caminado y a la vez vuelve los pasos mudos y la mirada atenta.
Retornar un poco es la cobardía de estar viva, es esa forma de permanecer viendo caer la sutileza tonta que adorna los árboles para que el verde sea un motivo, para que el ayer sea un motivo, para que el mañana sea un motivo. Y de motivo en motivo ir anhelando esas luces que fulguraban en el rostro del ayer y que jamás volverá a ser, en este hoy, porque este hoy no permite ser.
La tinta se ha vuelto veloz, las letras pasan tan rápido que no quedan dentro de las hojas y el otoño ya no sabe donde queda el ocre.
Volver un poco sobre los pasos dados es saber que es inevitable caminar, en dos patas, con la conciencia bien despierta. Es saberse lejos del primitivo aullido y aún así sentirse infelizmente orgullosa de una raza perdida en la soledad de un bosque oscuro lleno de cosas inútiles.
Gal
27 de Enero 2007