La cima
El deseo de llegar apuraba mis pasos.
El sol lamía con idéntica pasión las rocas, los árboles y mi piel.
Las sierras eran cada vez más azules,
más grises, más verdes, más cercanas, más mías.
Me deslicé a tientas por la verticalidad del camino,
yendo hacia el fondo, a ese fondo que anhelaba conocer.
Las ramas y las raíces me daban sus manos
para que el descenso no fuera una caída.
Todo quedó atrás, muy atrás el llano,
muy atrás el llanto, muy atrás la asfixia.
Ante mi y para mi el agua corría sobre los mansos cuerpos minerales.
Las piedras, con sus voces oscuras,
nombraron el vientre de la tierra que las albergó en noches de luna y fuego.
En el helado cuenco me sumergí,
en el helado beso que aguardaba mi llegada, me sumergí.
y recordé la canción húmeda y fragante que había olvidado al nacer.
jueves, septiembre 29, 2005
El colectivo
Compartimos este inquieto lugar unos instantes y somos compañeros mudos en la ruta.
Me detengo en los gestos, en los rostros, en la forma de elegir el asiento,
podría adivinar sus nombres, sus apellidos, sus historias están escritas en sus miradas.
Podría saber que están pensando, aunque dan la impresión de no pensar en nada.
El paisaje, el mismo siempre y siempre distinto se los lleva lejos, todo corre allá afuera, tienen una simpleza que envidio, una resuelta tranquilidad, van hacia donde deben y no se los devora ese gusano que corre por mi sangre, que camina por el filo de mis párpados y no me permite dormir conel vaivén de el colectivo.
domingo, septiembre 25, 2005
Poesia de lluvia
“...El que vio llover y llover...”
Tejada Gómez
Desde el espejo, sus ojos de ventada
se abrían al país de su infancia.
El viento arrasaba las copas
y el verde llovía sobre las veredas,
cuerpos de pájaros muertos
cubrían de angustia las plazas.
Siempre llovía sobre las chapas
agujereadas de su niñez,
siempre estaba su cama húmeda
húmeda la manta que no abriga.
Los pechos pasaban lejos de su boca
Llovía en la mirada de
esa mujer distante a quien deseaba
acariciarle el rostro.
Era húmedo el recuerdo y aunque no quisiera,
llovía sobre las ventanas ojos
que se abrían frente al espejo.
GAL
Tejada Gómez
Desde el espejo, sus ojos de ventada
se abrían al país de su infancia.
El viento arrasaba las copas
y el verde llovía sobre las veredas,
cuerpos de pájaros muertos
cubrían de angustia las plazas.
Siempre llovía sobre las chapas
agujereadas de su niñez,
siempre estaba su cama húmeda
húmeda la manta que no abriga.
Los pechos pasaban lejos de su boca
Llovía en la mirada de
esa mujer distante a quien deseaba
acariciarle el rostro.
Era húmedo el recuerdo y aunque no quisiera,
llovía sobre las ventanas ojos
que se abrían frente al espejo.
GAL
1968 - 2001
Suscribirse a:
Entradas (Atom)