Abejas
brotan del centro de las flores
Desprenden
los aromas con sus alas
La
siesta huele a florecitas sin nombre
La
hierba abriga mi piel desnuda.
Tendida,
mirando el cielo inmenso y silencioso
subo
una mano para tocar una nube redonda,
mi otra
mano alcanza con prisa el pezón que
señala al sol.
Se
hunden mis dedos en la nube, que es como tu cuerpo,
Suave y
mullido mundo de infinitas gotas.
Corto
una una hoja y la saboreo con mi lengua
imaginando que así saben tus labios.
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