Una luz diamantina lame las pieles.
La humedad trepa por los cuerpos y se queda en los ojos que brillan ante la hoguera de palabras.
El nogal, añoso, con sus verdes manos nos acaricia en silencio.
Crece en cada boca, en cada lengua, el deseo de decir, de no callar nunca más, de gritar quienes somos y cuanto podemos amarnos.
Ellas escriben historias con tinta de color atardecer, enredaderas que trepan por nuestros corazones.
Ellas se acompañan en los amaneceres que abren nuevos días, son la mano que siempre está en la distancia de los años.
Ellas son hogar, son familia, son lo posible.
Están allí juntas disfrutando del verde siempre nuevo del amor.
Ven, con enormes ojos asombrados y alegría de niñas, subir por el muro la pequeña flor de azúcar que va en busca del sol.
A Ilse y Claudina
Diamante - Entre RíosSemana non sancta 2013
GAL
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